Acri: La alquimia del cacao escondida en Maracay

Acri: La alquimia del cacao escondida en Maracay

Para descubrir los destinos más fascinantes uno debe estar dispuesto a abandonar lo predecible, a tomar un desvío de la ruta gastronómica habitual de Maracay.

El viaje comienza adentrándose en la calma de una zona residencial, ya sin tanto bullicio. Y justo cuando crees que has tomado un camino equivocado al ver un terreno baldío, en realidad lo encuentras. No hay un gran anuncio, solo una revelación, Acri no te recibe en un local, te acoge en su tierra; un paréntesis verde con platanales y una mata de cacao custodiando el secreto.

Al llegar probablemente no te reciba nadie afuera, si el lugar está en su horario de atención, deberás ser intrépido, empujar la reja y bajar las escaleras, en la primera puerta encontrarás un timbre y apenas te abran sentirás el profundo aroma a chocolate que te conquista antes de que la vista se ajuste. El espacio es íntimo, acogedor, con una hermosa librería que te hará entender que no es solo un lugar de paso, te invita a quedarte junto a dos o tres guardianes felinos.

En sus estantes descansa un universo de productos, cada uno con su historia. Algo que llamó mi atención es que junto a las barras de chocolate de distintos porcentajes y orígenes, destaca un producto que merece una mención aparte: el vinagre de cacao San Mateo. Un ingrediente que yo no conocía, y me hizo sentir que todos deberíamos incorporar en nuestra cocina diaria, para llevar el orgullo por nuestro cacao mucho más allá del postre, y es que su sabor frutal envuelve el paladar de una forma dulce y delicada ¡como me habría gustado conocerlo antes!.

La prueba de la maestría de quienes trabajan aquí se hace visible. Desde el salón, una vitrina te permite asomarte al corazón de Acri: su taller de producción. Es un escenario de alquimia donde puedes ser testigo de cómo procesan el grano y temperan el chocolate. Su orgullo es palpable; te cuentan cómo han trabajado con cacao de casi todo el país. Durante nuestra visita, tuvimos la fortuna de probar su trabajo con el legendario cacao de Chuao. La experiencia de degustar su pasta de cacao al 100% y el chocolate al 80% fue una revelación: por primera vez, sin el velo del azúcar, pudimos sentir las notas reales y complejas de un origen tan noble, aunque te digo, si el amargo no es lo tuyo te recomiendo iniciar con porcentajes más hacia el 60%.

Finalmente, llegó a mi mesa la pieza que resume toda esta historia: la taza de chocolate caliente, su textura, lograda con el ingenioso uso de la lanceta de vapor de una máquina de café, es como beberse una nube de sabor gracias a su cremosidad. Al probarlo mi mente de cocinero se activó de inmediato, para mi lo que para muchos podrá ser una simple taza, es un postre fino resultado de largos procesos de recolección, fermentación y refinamiento, una larga cadena de valor. Tampoco pude evitar imaginármelo sustituyendo la crema inglesa en una variante del “negro en camisa” aquel postre venezolano. Pero eso no es todo, la experiencia de esa taza se completa con un toque obligatorio: pide que le añadan nibs de cacao. Esos fragmentos crujientes irrumpen en la suavidad del chocolate, creando una sinfonía de texturas y sabores. Al momento de escribir esto la taza de chocolate caliente cuesta solo tres dolares, precio que me parece razonable para la calidad del producto y lo mágico del lugar.

Quiero aclararte que no te contaré todo aquí, me reservaré algunos detalles para que puedas descubrirlos tú. Y es que, por ejemplo, el mayor secreto no está a la vista. Detrás, en un espacio que no se ve pero cuyo eco industrial a veces se percibe, se encuentra un taller de tornería. Acri nació construyendo las máquinas para procesar el cacao, y aún lo hacen. No solo dominan el grano, dominan el acero que lo transforma. Incluso, ese dominio total del proceso les permite ir un paso más allá: pueden crear chocolate bajo pedido con la fórmula que cualquier persona o empresa requiera, usando si lo prefieren endulzantes alternativos como el azúcar de coco o Monk Fruit. También ofrecen sus máquinas para procesar el cacao de otros emprendedores que quieran convertir su grano en chocolate.

Si estás leyendo esto, la conclusión es simple: debes ir. Ve a descubrir el corazón industrial de Acri, explora la profundidad de sus chocolates de origen, atrévete a llevarte a casa el vinagre y, por supuesto, regálate esa taza de chocolate. Cada producto cuenta una historia, y la de Acri merece ser escuchada y saboreada.

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– Manu

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